Recuerdo que cuando tenía alrededor de siete años, uno de mis tíos se cayó desde un balcón y quedó cuadrapléjico, sólo podía mover la cabeza. Fueron casi tres meses de cuidados especiales para él por parte de toda mi familia.
Recuerdo despertarme una mañana por el ruido que venía de la pieza de mi tío, me levante y vi como se lo llevaban en una camilla para el hospital; más tarde me di cuenta que había perdido sus signos vitales por varios minutos y los paramedicos habían logrado resucitarlo. Días después regresó a la casa en muy buenas condiciones.
Tres meses después del accidente era Semana santa y toda mi familia se reunió para acompañarlo. Eran alrededor de las siete de la mañana del viernes santo cuando se lo llevaron de nuevo para el hospital, pero esta vez no habría regreso, exactamente el Domingo de Resurrección a las siete de la noche mi tío, a pesar de mucho esfuerzo y ganas de vivir falleció, en ese momento yo estaba en la casa de uno de mis tíos y empecé a notar que todos hablaban en voz baja y contenían sus lágrimas para que yo no me diera cuenta de que estaba pasando, pero de inmediato lo supe, se había ido.
Ahora, once años después me parece extraño que en esos momentos no hubiera sentido nada, pero recuerdo exactamente como pasó todo; tal vez no era consciente de lo que estaba pasando o estaba muy pequeña, pero ahora me doy cuenta que de todo lo que ese suceso significaría para mí el resto de mi vida.
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